Revista de Attos

Volúmen #2, nov/2004

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Immanuel Velikovsky

De por qué hacer esta revista

Por Attos


Artículo editorial del volúmen #2 de la revista de Attos publicado originalmente en noviembre de 2004 en donde explico las razones por las cuales decidí hacer esta publicación.
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Recuerdo que cuando era pequeño, un día mi padre me dijo que todo hombre en esta vida debía criar un hijo, sembrar un árbol, y escribir un libro. Recuerdo que en aquellos momentos esas palabras sólo me parecieron eso, palabras. Al pasar el tiempo, sin embargo, me fuí dando cuenta que cada una de esas actividades tenía un propósito oculto y un significado más amplio que el de las meras palabras.

Si he de seguir ese consejo, los dos primeros objetivos ya los cumplí, aunque debo admitir que el primero no ha sido fácil, mas sin embargo edificante y satisfactorio a más no poder. El tercer objetivo ha estado en mi mente durante mucho tiempo y la idea de realizarlo ha ido y venido y se ha transformado varias veces tomando distintas formas. Porque aunque me dijeron que lo escribiese, no recuerdo haber escuchado de qué debía tratar. Por tanto el problema que se levantó delante de mí durante mucho tiempo fué el decidirme por un tema. Debía ser un tema interesante. Me explico, no buscaba yo que fuera atractivo, sino que fuera de interés para la gente. Así, al sucederse los años y las cosas, poco a poco se fue fraguando la idea de escribir acerca de los descubrimientos de mis propias investigaciones en diferentes campos. Mi mente ha explorado muchos temas, mis dedos han hojeado muchas páginas, y mis ojos han estudiado una amplia diversidad de tópicos. Sin embargo, todo lo que iba yo descubriendo tenía algo en común: era importante sólo para mí, o si acaso para un número muy reducido de personas. Algo me decía que no era eso lo que yo deseaba.

Hace aproximadamente 24 años comencé a estudiar el efecto electrolítico y el gas derivado de ese proceso en la retroalimentación de motores de combustión interna. El deseo de saber lo que sucedía en esa reacción se aunó a la creciente convicción de que ese proceso estaba incompletamente descrito por las prácticas de la fisicoquímica contemporánea. Conforme más estudiaba el efecto de electrólisis, más me daba cuenta de que el cuerpo de conocimiento construído alrededor de él estaba cimentado en suposiciones teóricas, algunas de ellas incompletas. A la par que vivía la vida como cualquier otra persona, continuaba mis estudios de ese fenómeno al que poca atención se le prestaba en la escuela. Fueron muchas las visitas a la biblioteca del Instituto de Investigaciones Eléctricas, cuando este se encontraba junto a las instalaciones de la Central Geotermoeléctrica de Cerro Prieto. Pronto fue insuficiente la bibliografía disponible en ese lugar y comencé a ordenar libros citados en las referencias bibliográficas. Recuerdo que esos libros tardaron muchos meses en llegar pues venían de España, supongo que en un bote de remos. También recuerdo mis primeras incursiones al "banco de datos" de la Universidad de Baja California en donde me atendía un muchacho que se impacientaba que porque "por si yo no sabía él se estaba conectando con otras computadoras que por cierto estaban en otras partes del mundo", y todo para ayudarme a buscar la información que yo necesitaba. Aún hoy sigo sin entender bien cuál era su prisa durante las sesiones, ya que yo siempre le pagaba el "costoso servicio". Pero mis esfuerzos se vieron recompensados.

Al cabo de unos años logré desarrollar una célula electrolítica a la que bauticé con el nombre de Hidrocel y que me daba lo que yo buscaba. Un rendimiento en el combustible de, diría yo, aproximadamente 60% por encima de lo normal. No me refiero a la eficiencia térmica del sistema, ni a la eficiencia mecánica, o a la volumétrica. Me refiero al rendimiento, puro y pleno del combustible. Era algo muy bueno. Y no sólo mejoraba el rendimiento, sino también reducía la temperatura de operación, prolongaba la vida útil del aceite y aunque nunca hice análisis de emisiones, las convencionales ecuaciones termoquímicas me aseguraban que el escape debía ser mucho menos contaminante. Pero me bastaba acercar la nariz al escape para darme cuenta que algo había mejorado ya que no me molestaba las vias respiratorias lo que salía del negro tubo. Todo fue felicidad sobre la Tierra ese dia.


Probé el Hidrocel en mi propio vehículo. Un Chevrolet con 350 pulgadas cúbicas de desplazamiento el cual, con un sólo tanque de gasolina (20 galones) me llevó desde Mexicali a Ensenada, y luego a Punta Banda, y luego de vuelta a Mexicali en dos dias completos de viaje, y con el que anduve tres dias más con sus idas y venidas desde Los Pinos hasta el Tecnológico de Mexicali, antes de echar más gasolina en el tanque. También intenté probarlo en un autobus de transporte urbano de pasajeros de la línea Atusa, pero fué cuando se hizo patente el más grande problema con el que me iba a topar: la desintegración anódica.

Ya había inciado los trámites para obtener una patente en los EE UU. El diseño del Hidrocel pasó la prueba de arqueo de los registros de la oficina de patentes, pero cuando el abogado me dijo que ya estaba todo listo para iniciar la prosecución final, le tuve que decir que el que no estaba listo era yo. No podía aceptar el hecho de obtener una patente sobre un aparato que sufría de desintegración anódica severa. Tenía que resolver ese problema primero.

Pasaron muchos años. Más de 20, con todas sus experiencias, y sus vivencias. Finalmente, hace apenas poco mas de un año logré obtener la cura.

El Hidrocel finalmente estaba curado y ya no había corrosión anódica detectable, mucho menos desintegración alguna. Anteriormente a esto, el Hidrocel funcionaba por espacio de menos de dos horas antes de que el electrodo anódico se desintegrara totalmente. Con la nueva conformación, sin embargo, el Hidrocel fué capaz de funcionar sin problema alguno durante más de 72 horas continuas sin presentar el menor síntoma de desintegración. ¿Era como para celebrar? Sí, y no.

Durante estas postreras investigaciones no solo encontré la forma de curar al Hidrocel, sino también, debido ahora a una más completa formación profesional en el terreno de la administración industrial y de ingeniería, pude darme cuenta que no iba a ser tan fácil convertir al Hidrocel en un producto. Y no porque careciera del romanticismo de cuando tenía yo 19 años y comencé a dilucidar los beneficios del sistema que estaba gestando, sino porque durante mis investigaciones descubrí muchas cosas que antes ignoraba.

Descubrí por ejemplo que hay muchas otras tecnologías que son fácilmente reproducibles y que podrían proporcionar un beneficio enorme a toda la gente en todo el mundo y que sin embargo no han salido a la luz. Descubrí también que las aberraciones teóricas en los conceptos de la fisicoquímica que descubrí hace veinte años también se manifiestan, y con mucho, en otras áreas del conocimiento tales como la electricidad, el magnetismo, la termodinámica y en toda la Física en general. Descubrí que todas estas aberraciones no son accidentales. Descubrí que todos esos erróneos conceptos en las distintas áreas del conocimiento han impedido el desarrollo de la humanidad y la obtención de satisfactores apropiados para nuestras necesidades vitales.

Pero también descubrí que todo eso es algo que podemos cambiar. Descubrí que nada es más importante que la gente que nos rodea. Descubrí también que lo que hagamos lo debemos hacer siempre por los demás. Me dí cuenta que el ser humano debe dejar de estar en contra del ser humano. Me dí cuenta de todo esto al ir descubriendo que a la par mío, han habido muchas personas que han intentado cosas similares y por ello han perdido sus propiedades, sus familias, y en algunos casos, la vida. También descubrí que hay muchos en todo el mundo que se han dado cuenta que una de las mejores formas de lograr hacer llegar a la gente esta tecnología es poniéndola al alcance de todos de forma abierta.

Esto último creo que fué lo más novedoso que descubrí, por raro que pueda parecer. Y es que yo crecí con la certeza de que este tipo de tecnologías debían ocultarse hasta haber obtenido una patente. ¡Qué error tan grande! Recuerdo una vez que mi padre me llevó a visitar a un abogado amigo suyo, quien entre muchas cosas me dijo "Muchacho, no te quiero asustar, pero tienes que saber que para este momento ya te tienen localizado y te están observando y seguirán observandote a cada paso que des, hasta el momento que deje de convenirles que sigas adelante." Yo no tenía más de 20 años de edad cuando pasó ese incidente. Esas palabras se quedaron grabadas claramente en mi memoria. Crecí con eso.

Por todo esto que te platico, hoy por hoy, creo haber descubierto el tema del libro que debo escribir. El tema es el de los descubrimientos, desarrollos, investigaciones, y teorías planteadas alrededor de la obtención de energía abundante para todos. Hay mucho que decir al respecto. Mucho más de lo que una persona normal puede llegar a comprender en unos cuantos años de estudio dedicado y tenaz. Pero aparte de decirlo, hay todavía mucho, mucho más por hacer. Mucho más de lo que una persona puede lograr en su corto período de vida. Por eso ahora creo que hay que dejar constancia de ello. Para que los que vienen detrás le puedan dar continuidad y no sea necesario para ellos el reescribir la historia.


Hoy estoy convencido que dentro de unos cuantos años a todos nos va a tocar presenciar una transformación muy acentuada de la manera de vivir como la conocemos. Nuestra forma de vivir nos ha sido enseñada, y dados los problemas que esa forma de vivir tiene para llevarnos a logros más elevados a los cuales nuestra nueva conciencia nos empuja, es que ahora la vamos a cambiar por otra forma de vivir más adecuada a nuestras nuevas espectativas de vida.

La razón de ser de esta revista es pues, dar fé de todos esos esfuerzos para que eso sirva de inspiración para más altas realizaciones..... y de paso para que pueda yo cumplir con la encomienda de escribir un libro antes de irme de aquí.

Attos




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