Revista de Attos

Volúmen #7, ene/2005

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Immanuel Velikovsky

El Papel de la Ingeniería

Por Attos


Artículo editorial del volúmen #7 de la revista de Attos publicado originalmente en enero de 2005 en donde explico que la actual práctica de la ingeniería se ha deteriorado a un nivel sobresaliente y que los únicos responsables de ese deterioro son los mismos ingenieros que la practican, aunque, por otro lado, son ellos mimos de quienes depende enteramente su restitución.
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La frase clásica de Kiko en el programa televisivo "El Chavo del Ocho", que dice: "es que nadie me respeta", nos queda bién a muchos de nosotros porque muy elocuentemente conlleva nuestra sensación de frustración ante la falta de aprecio por nuestros esfuerzos como ingenieros.

Los ingenieros de manufactura frecuentemente comparten esa inarticulada o inexpresada sensación -creo que más que cualquier otra rama de la ingeniería-, subrayando con ello un deterioro en la imagen y el estatus de la profesión de ingeniería. Pero, ¿qué fué lo que sucedió, y adonde se fué el respeto?

Además del patético mensaje, Kiko nos ofrece una pista. En su triste emitiva hay algo más que una débil señal de que él mismo es en gran medida responsable de su lamentable condición y que, después de todo, todos estamos íntimamente involucrados en la dirección de nuestro destino.

Pocos pueden negar que el estatus del ingeniero ha decaído en las últimas dos décadas -aunque muchos nos neguemos a admitirlo abiertamente. Antaño considerado casi como un socio profesional en la industria, el ingeniero de hoy es comunmente visto como algo parecido a un artículo de consumo al que hay que obtener al menor costo posible. Al igual que Kiko, nos conformamos con la realidad y evadimos el análisis crítico que aprendimos en la escuela y que es aquí tan necesario para saber cómo es que sucedió.


Porque, de hecho, la incómoda realidad es que en muchas maneras nos lo hicimos nosotros mismos, y para colmo, frecuentemente realizando actividades por demás bién intencionadas. Por ejemplo, en nuestros esfuerzos por estandarizar las operaciones productivas las hemos simplificado de tal manera que los ingenieros de ahora no tienen la necesidad de recurrir tan a menudo como antaño a lo que les enseñan en la escuela. Las escuelas, a su vez, se basan en encuestas en la industria para establecer las bases mínimas de competencia de los nuevos egresados. Sin embargo, la sociedad entera no percibe esto como un nivel mínimo de competencia, lo percibe más bién como un estándar, como una tijera con la que hay que cortar a todos los ingenieros.

Así, al ir bajando cada vez más los requisitos, los ingenieros han ido bajando de valor. Como si fuéramos todos iguales, exactamente como sucede con los artículos de consumo sujetos a una norma oficial. Como paquetes de detergente, o agua envasada, en un supermercado.

El actual romance con el ISO 9000 -y el 14000 entre otros varios que andan por ahí-, la sociedad internacional para la "calidad", es otro ejemplo de lo mismo. Esa sociedad sólo promueve la falacia implícita de la igualdad entre todos los ingenieros, y el estándar es por sí mismo algo menos que un fraude ya que no asegura la calidad sino que sólamente vigila la presencia de sistemas internos que la apuntalen. Sólo los necios y los que han desarrollado sus carreras profesionales a base del establecimiento de esas prácticas del ISO son los que se niegan -aunque dudo que sea inconscientemente- a aceptar que eso no garantiza, y nunca ha garantizado, la calidad en un producto o en un servicio. ¿Pero quién lo puede abiertamente decir? ¿Quién, dentro de la industria discreta o de servicios puede abiertamente decir lo que salta a la vista sin que con ello arriesgue su empleo, su puesto o su eventual asenso a un puesto más elevado? ¿Quién se atreve a hablar en contra de la sagrada calidad?

Hay poca duda de que los "clientes" actuales de los ingenieros ya no buscan la creatividad, la inovación, e ideas todas ellas fundamentos de la ingeniería propiamente dicha. La tónica actual se inclina más bién por la estandarización, mientras que la inovación es apreciada solo en la medida en que nos otorga instrumentos para afirmar con más solidez la estandarización.

Pero no solo el concepto de "calidad" se ha desvirtuado. Por otra parte, el aspecto de "responsabilidad" en la industria ha tenido un efecto todavía más patético. En un malentendido intento de protegerse de ser señalados como partícipes de los errores de otros con menos capacidad, pero con mayor autoridad, los profesionales de ingeniería han buscado quitarse tanta responsabilidad como ha sido posible. Sin embargo, no se han dado cabal cuenta que con la pérdida de la responsabilidad, también han entregado su natural autoridad, y con ello el control, el cual forma parte integral del liderazgo. Al final, nuestra imagen, estatus y repeto se han perdido, y peor aún, con poco o ningún beneficio en cuanto a la responsabilidad, ya que los ingenieros todavía son sujetos a que se les señale como partícipes de las decisiones erróneas que se toman, ya sea que tengan responsabilidad o nó.

El último pisotón destructivo vino durante la terrible recesión de los 80's y principios de los 90's cuando todos necesitaban un empleo y estaban dispuestos a cualquier cosa con tal de obtenerlo. La competencia fué dura, necesitábamos sobrevivir, y las cuotas bajaron a niveles muy por debajo de los necesarios para realizar un trabajo profesional. En esos tiempos terminaron de desaparecer cualesquier dudas que hubieran todavía quedado en las mentes de los "clientes" del ingeniero. El precio de su trabajo definitivamente podía ser regateado como el de cualquier otro producto -se terminó de convertir, de plano, en un artículo de consumo. Como tal, ahora goza de los mismos beneficios que cualquier artículo de consumo, y cabe señalar que el respeto no es uno de ellos.

Muchos ingenieros profesionales se pasan mucho tiempo pensando cómo retornar su profesión a su anterior posición exaltada. Todos queremos más respeto. Bueno pues las probabilidades de volver a como era antes son tan delgadas como un hilo de likra. Las cosas han cambiado, y aplicar esquemas obsoletos raramente funciona. La profesión de ingeniería debe moverse hacia enfrente y al hacerlo, debe sujetarse a la nueva realidad imperante en este naciente siglo 21.

Demostrar valor real para la sociedad en la que vivimos es la clave principal de hoy -y creo que de siempre- para la participación en calidad de socio dentro de cualquier negocio, y eso es lo que todo miembro de la comunidad de ingeniería en general debe alcanzar.

En respuesta a la pregunta de uno de sus estudiantes "¿Cómo puedo parecer más confiable?", Aristóteles simplemente respondió, "¡Sé más confiable!". Esa misma lección es válida hasta este día, con la salvedad de una variación en la pregunta: ¿Cómo puedo ser más valioso? ­¡Siendo más valioso! ¿Cómo puedo parecer más profesional? ¡Siendo más profesional!

El valor de un ingeniero se deriva de la solución real de problemas, no de hacer más de lo mismo, es decir, el enfoque del artículo de consumo. Su valor deriva de generar nuevas ideas y de aplicarlas, no de evadir la posible responsabilidad resultante. Su valor proviene de participar en proyectos de amplia variedad, no de limitar su participación a un sector restringido a una especialidad. El valor se engrandece con un entendimiento cabal de las finanzas y soluciones técnicas creativas para amplificar y enriquecer el enfoque financiero. El profesionalismo proviene de evadir concientemente el enfoque de artículo de consumo en cada una de nuestras acciones y adoptar abiertamente y con determinación la decisión de actuar en favor de nuestro entorno -ya sea económico, industrial, comercial, doméstico, financiero-, y de aceptar toda la responsabilidad que se derive de nuestras acciones.

Los verdaderos profesionales tienen un muy alto grado de seguridad en sí mismos. Bueno, pues seamos verdaderos profesionales. Nuestro valor instrínseco deriva de un conocimiento real de lo que sucede actualmente en nuestro entorno y del dominio de tecnologías de vanguardia. Ambos aspectos son inseparables en una competencia contínua y permanente: educación y participación. En otras palabras: saber y actuar.

Considerando esto, es de extrañar la limitada participación de la comunidad de ingenieros en sus propias sociedades de ingeniería, por igual en juntas de miembros como en comités de especialización. Es todavía más sorprendente ver el tan escaso tiempo dedicado a leer información técnica actualizada que aparece cada mes en una gran cantidad de publicaciones, muchas de ellas gratuitas.

"Saturación de información" es una malgastada excusa. El saber es poder, y con el poder viene el valor, el profesionalismo, y el respeto por el que tanto nos quejamos. Es necesario invertir tiempo en construir una gran base de conocimiento; participar en todos los niveles; estar al corriente en las tecnologías de vanguardia -no copiando, sino inovando- para usarlas activamente en favor de los que nos rodean.

Kiko pudo haberse quejado mucho acerca del respeto perdido, pero al final de cuentas, obtuvo un gran respeto como comediante y como persona -por sus propios medios y esfuerzos. Los ingenieros podemos hacer lo mismo, y mucho más.

Cada instante es tan solo una oportunidad más de cambiar nuestro destino. ¿Cuantos instantes hay en un día? La falta de tiempo tampoco es una excusa válida. Hagámoslo ahora. Decidámonos a actuar.

Attos




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