Revista de AttosVolúmen #3, dic/2004 |
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Vivamos nuestros sueñosPor AttosArtículo editorial del volúmen #3 de la revista de Attos publicado originalmente en diciembre de 2004 en donde explico lo importancia que tiene la percepción que tenemos de nosotros mismos en nuestra habilidad de poder realizar nuestros sueños. Visita la versión actualizada y sin publicidad en attos.byethost7.com
Son pocas las veces en que me he topado, a lo largo de mi vida, con personas afines a mis propósitos. En la comunidad científica del mundo entero hay muchos, tal vez cientos, de científicos, ingenieros y personas con conocimientos técnicos que continuamente están pensando cómo realizar algo que satisfaga de alguna forma las necesidades de las personas. De los varios con los que me he topado recuerdo alguna vez un muchacho que me comentó que tenía la idea de rediseñar los pistones de un motor de combustión interna y que en lugar de que fueran cilíndricos, que fueran prismas cuadrangulares (cubos alargados). Recuerdo la luminosidad de su mirada mientras me contaba los detalles de su idea al tiempo que me hacía notar lo genial que era. Mientras me exponía las ventajas, de tanto en tanto guardaba un espacio de silencio como para acentuar el dramatismo y quizá también para detectar algún tipo de asombro en mí. Tengo que admitir que me asombró la idea. No porque fuera mala o buena, cosa que por cierto no me he detenido a averiguar. Sino más bien por el hecho de tener delante de mí a un ser apasionado a mas no poder. Ese muchacho estaba apasionadamente enamorado de su idea. La acariciaba y la contemplaba como contemplamos cualquier creación que hayamos hecho con pasión. Al finalizar su descripción me preguntó lo que yo pensaba. Recuerdo que lo miré por unos instantes mientras me decidía qué decirle. Al fin le dije que lo que yo opinaba era que él debía ponerse a estudiar. Le dije que tal vez su idea era buena, pero que él nunca lo sabría hasta que no se pusiera a estudiar formalmente las bases en las que la sustentaba. -Quizá sea buena tu idea -le dije-, no lo sé, pero tú tampoco lo vas a saber hasta que no lo hagas realidad, y para hacerlo tienes que dedicarte a estudiar un poco, a investigar, a hacer pruebas, a realizarlo. Recuerdo que la luminosidad de su mirada se apagó. Creo que él estaba buscando una confirmación de si mismo al explicarme todo lo que me explicó. Creo que él buscaba que yo le dijera que era una idea excelente y que quizá debería patentarla porque una idea como esa revolucionaría toda la tecnología como la conocemos. Creo que deseaba en su interior que le dijera que era un genio y quizá hasta deseaba que le dijera que se cuidara porque un día hasta lo podrían secuestrar. Creo básicamente que lo que el deseaba era que yo contribuyera a darle un poco de alimento para su propio ego.
No pude evitar el sentirme mal por ello. Y es que ya he visto esa mirada en otras personas la suficiente cantidad de veces como para que me sea familiar. Pero lo realmente triste de todo, es que en una igual cantidad de veces he visto que todo queda en ideas. Todo queda en apasionadas descripciones de lo que pensamos que pudiera funcionar. Pero no las llevamos a cabo. Todo queda en una intención fugaz que se desvanece conforme nos dejamos arrastrar por la cotidianeidad de la vida. Pero, aunque a muchos les sucede eso, hay unos pocos que no pierden el enfoque de su atención y convierten su intención en acción. Para esos pocos no hay cotidianeidad que los aparte de su meta, porque han encontrado la forma de que sea precisamente esa cotidianeidad la que los mantenga en el curso que han fijado para sí mismos. El lograr hacer eso requiere de voluntad. Una voluntad férrea y una determinación inquebrantable para continuar a pesar de las trabas que haya en el camino, las cuales pueden llegar a ser enormes. Las mas grandes de las cuales, sin embargo, estoy convencido de que no están en el entorno, sino que están dentro de nosotros mismos. No había menos pasión en ese muchacho que la que hay en un puñado de personas que habitan esparcidamente este mundo y que dedican su tiempo a actuar. Sólo había una diferencia: la imagen que tienen de sí mismos. Esa idea es la que nos dice lo que somos capaces de hacer y lo que no. Pero esa idea, como todas las demás, la podemos cambiar. En cuanto logramos tener la idea de nosotros mismos en la que lo que soñamos lo podemos lograr, inmediatamente nuestra mente nos comienza a proporcionar la forma como efectivamente lograrlo. No importa nuestra nacionalidad. No importa nuestra raza. No importa nuestra complexión física. No importa nuestra capacidad económica. No importa ni siquiera nuestra inteligencia. No importan muchas de las cosas que nos han enseñado a creer que importan para realizar nuestros sueños. Importa mucho, sin embargo, la idea que tengamos de nosotros mismos. Si en esa idea no consideramos posible realizar un sueño en especial, entonces no será posible jamás que lo realicemos. Pero dá la casualidad que esa idea la podemos modificar, modificando con ello nuestras propias capacidades. Cambiar esa idea sólo depende de nosotros, y como todo lo que somos capaces de hacer depende de esa idea, entonces todo lo que somos capaces de hacer en esta vida depende sólo de nosotros mismos.
De nosotros depende pues, si continuamos viviendo con nuestros sueños dentro de nosotros, tal como ese muchacho que me narró los suyos, o si vivimos dentro de nuestros sueños cuando finalmente nos decidamos a hacerlos realidad. Attos
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